Archivo del Blog

martes, 29 de noviembre de 2016

Acercamiento a un modelo de gestión

Acercamiento a un modelo de gestión

José Luis Bautista Vallejos
La Ley 070 Avelino Siñani – Elizardo Pérez fue promulgada en diciembre de 2010. Desde entonces se han dado varios cambios en materia curricular en nuestro medio educativo. Ahora bien, en el caso de la administración escolar, es inevitable reflexionar sobre las características de la gestión educativa. Para ello, dos aspectos se considerarán en este trabajo: el papel del director –en un periodo en transición y dentro del modelo sociocomunitario productivo- y el carácter que debe adoptar la escuela en esta época.
Actualmente, un director de unidad educativa debe manejar dos lógicas que son, en apariencia, irreconciliables entre sí: centralismo y autogestión.  Uno de los resabios del modelo administrativo gerencial, al que se adscribe la gestión educativa, es el centralismo. Toda unidad educativa debe cumplir órdenes e instructivos emanados por la Dirección Distrital, supeditada a una Dirección Departamental, circunscrita, a su vez, al Ministerio de Educación. ¿Cuándo se notan los efectos nefastos del centralismo en educación? Principalmente, cuando las aulas de las escuelas de provincias bolivianas se hallan vacías debido a que los(as) estudiantes optan por asistir a faenas agrícolas o festividades regionales, dejando de lado la asistencia escolar. ¿Por qué pasa esto? Porque el Ministerio de Educación prescribe un calendario escolar ignorando la diversidad cultural y los diferentes calendarios agrícola-festivos que manejan la temporalidad de distintas regiones en el país:
En retrospectiva recordamos que todos los inicios de gestión, el primer instructivo emanado por el Ministerio de Educación es el calendario escolar, en el cual se fijan el inicio del año escolar, la fecha de inscripciones, cuando en algunas comunidades rurales nadie lo hace y sólo se lo realiza los primeros días de clases. También las vacaciones invernales y las vacaciones finales y el cumplimiento infalible de los 200 días hábiles; El calendario agrofestivo de la comunidad no es considerado para nada (Mamani, 2016: 89).

Paradójicamente, la Ley 070 menciona en su artículo 75 que los “mecanismos de la gestión educativa se crean considerando los criterios de área geográfica, piso ecológico, sociocultural, territorial, histórico y lingüístico, respondiendo a las necesidades de cada contexto” (Ministerio de Educación, 2010: 43). De esto se infiere que cada unidad educativa podría desarrollar una autogestión, en el sentido de negociar y consensuar con la comunidad/vecindad en la que está inserta para armar un calendario agrícola-festivo que responda a las necesidades y demandas de ese ámbito geográfico. Empero, esta autogestión queda en conflicto debido a que la Ley 070, en sus artículos 76 - 77 y 78, indica que el sistema educativo formal boliviano está estructurado de manera centralizada y jerárquica. Así, no queda claro qué debiera hacer  un director. ¿Basarse en la autogestión –y estar preparado para ser sancionado pecuniariamente por solucionar un problema sin consultar a las autoridades superiores- o sujetarse a disposiciones superiores en toda circunstancia  -muy a pesar de que la comunidad educativa en pleno quede insatisfecha por la medida tomada y se mantenga indiferente a tratar asuntos vinculados al bienestar escolar-?
Los límites entre la autogestión y el centralismo están demarcados, entonces, por el temor. Varios directores tienen miedo a ser sancionados económicamente, suspendidos temporalmente de sus funciones o despedidos del cargo por no seguir disposiciones administrativas superiores. Se trata de un miedo justificado porque el Ministerio de Educación ha desarrollado “mecanismos represivos” contra quienes no acatan órdenes ni siguen instructivos.  ¿Acaso esto no va en contra del modelo educativo actual? Por supuesto que sí. Hay una “dictadura centralista” preconizada por autoridades educativas. Dicho sistema dictatorial convive, extrañamente, con una ley que en papeles, en discusiones académicas o en entrevistas televisivas es dado a conocer como oriflama de la libertad genuina, de la democracia educativa y de la descentralización.
Dos son los roles que debe adoptar un director para encausar exitosamente el Modelo Educativo Sociocomunitario Productivo en la escuela a su cargo: mediador y articulador. Un director debe ser un mediador efectivo entre las autoridades educativas y los actores de su escuela; entre la ley 070 y los usos/costumbres de una comunidad/barrio; entre las exigencias de un mundo globalizado/tecnológico y las necesidades/demandas de la población estudiantil de una unidad educativa. Dicha mediación implica que los lenguajes de ambas tendencias dialoguen en provecho de su institución educativa. Es decir, una gestión educativa debe ser intra e intercultural, atendiendo a ese diálogo, asumiendo que el etnocentrismo es tan dañino como la alienación. Los smartphones  pueden convivir con llijllas, sin que ningún objeto sea considerado más o menos que otro. Ambos definen una época así como la pertenencia a una cultura específica.
Un director se debe constituir en un articulador eficaz al interior de su institución educacional. Primero, debe orientar y acompañar el trabajo de las comisiones de profesores, las cuales deben adquirir un papel protagónico –muy diferente a la abúlica tarea de otrora- para descentralizar la gestión educativa dentro de una escuela. Así, cada comisión administra la parte que le corresponde e informa oportunamente a todo la comunidad educativa sobre  los avances, logros y dificultades de su tarea anual –dado el caso que estas comisiones deben rotar anualmente, siguiendo la rotación de cargos de los pueblos andinos latinoamericanos-. Segundo, el director debe orientar con suma claridad a los integrantes del Consejo Educativo sobre las características de su trabajo y sobre el alcance de sus roles y funciones, a fin de que nadie se tome atribuciones que no le competan[1].  Los maestros no necesitan celadores o “guardianes de la asistencia y puntualidad”, necesitan intermediarios con los padres de familia para resolver problemas específicos de estudiantes. Ocuparse de que en los baños de una unidad educativa no falte el agua o que los inodoros sean los adecuados es más importante, en este caso, que averiguar la vida del tal o cual profesor. Articular el trabajo de profesores y la participación de los padres de familia aportaría beneficios notables a una institución educativa, por ejemplo, en la elaboración del POA, la cual ha tenido y aún tiene una mala interpretación en cuanto a su producción: en la práctica lo que se hace es “copiar el POA del año anterior e ir seleccionando las mismas actividades porque ya no hay tiempo, o es difícil reunir a las autoridades, o que el Director (…) lo haga, o por comodidad de los profesores o de todos” (Mamani, 2016: 79).
Queda claro, sin embargo, que así como el rol del director debe ser diferente a la luz de este modelo educativo, la propia concepción de la escuela debe modificarse. Concebir a la escuela como una empresa conlleva el riesgo de enfocarse en las cuatro paredes lindantes y asumir que se trata de una estructura física, de una entidad sin vida. No se debe olvidar que los procesos que se generan en una escuela-empresa, adscrita así al modelo capitalista, nos remiten inevitablemente al taylorismo[2] y al fordismo[3]. Mudar de perspectiva, en este caso, supone entender a plenitud cuál es la lógica de los pueblo indígenas del mundo. Para los indios pieles rojas, por ejemplo, los ríos, los insectos, los animales y otros seres humanos constituían “hermanos”[4]. ¿Acaso no se percibe así la relacionalidad en nuestro medio? Así, la clave para transformar nuestra educación consiste en rescatar esta visión y entender que la escuela es nuestra hermana y, por ello, es una entidad viviente. No es, pues, sólo una institución.
En conclusión, contar con una gestión educativa provechosa para una unidad educativa requiere un director que maneje adecuadamente las lógicas centralista y de autogestión. Principalmente, porque ahora estamos en un tiempo de transición y mucha gente no entiende cómo es la administración educativa según el actual modelo. También, es necesario que el director sea un mediador y articulador inteligente entre su unidad educativa y las instituciones externas –entre las que destacan las autoridades educativas-. Pero, remplazar la concepción de una escuela-empresa por una escuela–hermana comporta salir del capitalismo para instaurar lo comunitario en nuestros espacios de aprendizajes, considerados ya no como sólo límites físicos sino como entidades vivientes, como hermanos en los que podemos confiar y con los que podemos contar siempre.  

 Referencias Bibliográficas
Mamani, M. (2016). “El rol del director y los diferentes actores de la comunidad educativa Playa Ancha en la elaboración del POA (Plan Operativo Anual)”, en Mónica Navarro (editora). Entre la Práctica y la Teoría. Aportes para la construcción de una gestión educativa intra intercultural en Bolivia. Cochabamba - Bolivia: FUNPROEIB Andes – PROEIB Andes – SAIH – UMSS, pp. 75-96.
Ministerio de Educación. Ley De La Educación Nº 070 “Avelino Siñani - Elizardo Pérez. La Paz –Bolivia: Autor.
Torres, J. (1998). El curriculum oculto. Madrid – España: Morata.




[1] Al respecto Mamani dice: “Muchas veces, este rol es confundido por desinformación y falta de conocimiento del reglamento. Los consejos educativos no son los que tienen que controlar a los profesores, como en muchas ocasiones se ha escuchado, sino su función es la de brindar ayuda, gestionar y no ser ‘los malos de la película’” (Mamani, 2016: 82-83).
[2] Taylor desarrolla el concepto de scientific management, con el que genera el control sobre los trabajadores, lo que se puede llevar sin mucho esfuerzo al plano escolar: “Su pretensión [de Taylor] es la de transferir la habilidad y experiencia de los obreros artesanales de las industrias del metal con los que realiza sus experimentos, a los estamentos directivos de las empresas. Esto posibilitaría el control sobre los trabajadores y trabajadoras” (Torres, 1998: 29; énfasis mío).
[3] Sobre el fordismo, Torres manifiesta lo siguiente: “Unos años después este sistema [taylorismo] se ve completado con otra propuesta  de organización de trabajo: la cadena de montaje, que representa uno de los ejemplos de mecanización más generalizados de la industria automovilística. Esta modalidad organizativa es lo que comúnmente conocemos como fordismo, debido a que el padre de esta idea es Henry Ford (...) El control de los trabajadores y trabajadoras sobre la producción era prácticamente nulo y el individualismo en el trabajo se aseguraba todavía más, al menos en teoría” (Torres, 1998: 30).
[4] Para entender mejor esta postura, leer la Carta que el Jefe Indio Seattle le envía al presidente de Estados Unidos, Franklin Pierce, en 1854, en: http://www.biologia.ucr.ac.cr/profesores/Garcia%20Jaime/TRANSICION%20DE%20LA%20JUVENTUD%20A%20LA%20MADUREZ/JEFE%20SEATTLE%201854.pdf


lunes, 21 de noviembre de 2016

Apreciaciones sobre la gestión educativa dentro del enfoque sociocomunitario productivo

Resultado de imagen para dibujos de búhos
Apreciaciones sobre la gestión educativa dentro del enfoque sociocomunitario productivo
José Luis Bautista Vallejos
La gestión educativa en nuestro país atraviesa un momento muy peculiar debido al cambio de paradigma  de la educación nacional. Con el advenimiento de la Ley 070 Avelino Siñani – Elizardo Pérez, es insoslayable ver la realidad de la gestión en cada unidad educativa bajo dos miradas: lo que es y lo que debería –según la ley- ser. Además, es inevitable reflexionar sobre el papel que cumplen los actores educativos en este nuevo modelo educacional: ¿seguirán siendo pasivos?, ¿se tornarán activos?, ¿cuáles son los límites del nuevo terreno en que se implementa esta ley?
Así, en la realidad de la gestión educativa se ven tres instancias en esta etapa de transición: la sombra del pasado, prácticas del presente –con todas sus incertidumbres y equívocos- y proyecciones hacia el futuro. ¿Cómo pueden convivir estas tres instancias? Todo ello depende de lo más básico: quiénes fungen como autoridades educativas y quiénes, como actores de la educación. En base a su participación e intervención –o al simple deseo o no de hacerlo- se podrá ver si la ley actual se implementa o se reproduce el viejo modelo a pesar de informes y cientos de carpetas que dan cuenta de lo contrario. Esta reflexión, precisamente, abordará esas tres instancias para ver cómo se ejecuta en las unidades educativas del país el nuevo enfoque educativo en el campo de la gestión educativa.
En primer lugar, revisemos las características de la gestión educativa boliviana. No sorprende que los modelos de administración que se emplean en Bolivia provengan de Europa y de Estados Unidos, ya que la idea de imitar modelos foráneos se ha aplicado en el marco curricular. La administración gerencial es la que se toma en cuenta en la gestión educativa latinoamericana, en general, y boliviana, en particular. Este tipo de administración se funda en la producción y, por ende, en la eficiencia y eficacia, ya que está estrechamente ligada al modelo económico capitalista:
La administración como disciplina científica está referida al estudio de las organizaciones para comprender su naturaleza social, funcionamiento, evolución, dinámica interna y comportamiento en su desarrollo, para el logro de objetivos y metas propuestas. La administración se enfoca en la productividad; esto implica eficacia y eficiencia. Asimismo, la administración requiere de un sistema organizativo con cargos jerárquicos cuyas funciones sean: planificar, organizar, integrar al personal, dirigir, controlar, desarrollar acciones, evaluar, etc. Esta teoría aplicada a la gestión educativa supone el funcionamiento de los mismos dispositivos (Arratia, 2016: 12).
En esta definición del enfoque de gestión gerencial resaltan algunas palabras: administración, organización, logro de objetivos, productividad, eficiencia, eficacia, cargos jerárquicos, dirigir y controlar. De hecho, en la mentalidad de directores y de profesores de escuelas y colegios son esas palabras, precisamente, las que definen de mejor modo lo que es la gestión escolar. “Productividad”, “eficiencia y eficacia”, así como “logro de objetivos” –o sea, una concepción de la educación basada en la obtención de resultados o productos- muestran a la escuela como una empresa y la ligazón con sistema capitalista es fortísima. “Dirigir”, “controlar” y “cargos jerárquicos” presentan a la escuela como una institución vertical donde sólo se debe obedecer y cumplir órdenes. Las únicas palabras, en ese sentido, libres de una carga ideológica son “administración” y “organización”. Estas dos palabras, vinculadas con el hecho educativo, marcan la pauta a seguir para desarrollar una gestión educativa adecuada. Empero, lo que se dio por años fue la implementación de ese modelo gerencial: director ordena, profesores y estudiantes acatan; padres de familia y sociedad civil sólo observan. Ello explicaría la indiferencia de la sociedad ante la escuela.
En segundo lugar, se podría ver cómo se da la gestión educativa en el presente. El calendario escolar es un índice que ilustra la concepción vertical de la gestión educativa. El Ministerio de Educación emana una disposición sobre fechas y la duración de cada bimestre, la cual es conocida por las Direcciones departamentales y  difundida por ellas a las direcciones distritales; cada director se informa de esa disposición y ordena su estricto cumplimento en su unidad educativa. Resultado: todo se hace cumpliendo órdenes, sin tomar en cuenta las características de cada sector del país, cuyas particularidades por lo general no se acomodan a la temporalidad que preconiza el calendario escolar oficial.
Frente a la imposición de criterios homogéneos de gestión institucional y planificación, en las localidades se han desarrollado diversas estrategias para adecuar los calendarios escolares a sus necesidades. Por ejemplo, en las comunidades campesinas la participación de los niños en edad escolar es importante durante las épocas altas del ciclo agrícola (siembra y cosecha) u otras tareas familiares. Pero el calendario escolar no toma en cuenta esta situación, dando lugar a que los niños falten a clases por temporadas prolongadas (Arratia, 2016, 23).

Si los niños van a estar ocupados en tiempo de siembra y cosecha y, por ello –y no por flojera o desinterés-, van a faltar a clases, lo raro es que no se inserte en cada caso una cláusula de emergencia: que cada unidad educativa reprograme los tiempos del calendario escolar de acuerdo a sus necesidades. Los estudiantes no pueden estar en dos lugares al mismo tiempo –mitosis por contingencia-, sino deben acudir adonde sus padres los llaman: deben cumplir el calendario agrícola que, paradójicamente, ¡es el mismo cada año! En época de carnavales y en época de Todos Santos se produce la siembra y cosecha. ¿Por qué no se incluye esto en el calendario particular de cada unidad educativa? ¿Por qué debe hablarse de faltas sin licencia o con licencia –en el mejor de los casos- de los estudiantes? Esto implica que la concepción centralista aún está vigente y con fuerza en el sector de educación.
En tercer lugar, ¿cómo puede mejorar la gestión educativa en el futuro? Siguiendo los planteamientos de la ley 070, tanto la participación de los padres de familia como de la comunidad, así como la estructura vertical que impera en las unidades educativas debería cambiar. Ahora bien, ya hay experiencias que se van dando en algunas escuelas que, aprovechando la coyuntura educativa actual, se implementan exitosamente. En cuanto a la estructura vertical, se puede adoptar el modelo de gestión escolar horizontal, en base a comisiones de profesores, según un modelo satelital:
En algunas unidades educativas, por iniciativa propia, e inspirados en la democracia participativa y plural de la cultura andina, estos organigramas formales con estructuras piramidales fueron reemplazados por otros modelos de organización en la escuela más democráticos, participativos, operativos y funcionales. Se diseñaron organigramas adoptando el “modelo satelital” con una estructura casi plana, articulada en redes (satélites), que permiten una mayor participación de todos los estamentos de la unidad educativa en la toma de decisiones y en corresponsabilidad social de la gestión educativa (Arratia, 2016: 22).

La toma de decisiones y la corresponsabilidad social en la gestión educativa implican que todos los actores –director, profesores, estudiantes, padres de familia y comunarios/vecinos- estén interesados e incluidos en la administración y organización de la escuela. Este sistema satelital permite que todos participen y se comprometan con el desarrollo de las actividades y la programación de fechas que concuerden con el calendario agrícola y festivo de una comunidad/barrio. Si esto se hace por “iniciativa propia”, cabe inferir que las autoridades educativas no están implementando lo prescrito por la ley[1] y que siguen dentro de un modelo de educación centralista y burocrática. La clave aquí es “autogestión”. Si una escuela puede ser administrada y organizada por sus propios actores, dejando de lado el protagonismo atávico del director, entonces todos(as) guiarán el carro de la educación hacia un derrotero auspicioso.
En conclusión, esta etapa de transformaciones curriculares está matizada, también, por transformaciones en el enfoque de la gestión escolar. Ésta debe pasar del modelo gerencial al modelo sociocomunitario siguiendo patrones básicos. Primero, se debe generar una administración horizontal en cada unidad educativa, haciendo que las comisiones de docentes –que debería incluir a otros actores como los padres de familia, vecinos/comunarios y estudiantes- cumplan un rol protagónico; aquí el director deja de ser un sargento para convertirse en quien dirige una orquesta sinfónica, que con liderazgo apoya a cada uno de esos actores educativos y coordina con ellos. Segundo, cada unidad educativa debería autogestionarse, lo que representa un reto gigantesco para el Ministerio de Educación, ya que éste debería eliminar su paternalismo colonial y dejar que cada director administre una escuela con la ayuda de profesores y de toda la comunidad/vecindad. Tercero, el cargo de dirección no debería ser otorgado por antigüedad o por “meritocracia”, como se hace hasta ahora, sino siguiendo la lógica rotativa de los pueblos indígenas. Así, cada profesor podría hacerse cargo de la dirección de una institución educativa –por año- y dejar de lado su “indiferencia” consuetudinaria cuando se tratan asuntos de una escuela. En suma, se trata de trasladar la organización indígena –obviamente con las adaptaciones y modificaciones necesarias según cada contexto- al plano de la gestión educativa. Si las organizaciones ancestrales han sobrevivido hasta la fecha practicando la rotación de cargos anual, el ayni, la complementariedad y la reciprocidad. ¿Qué nos hace pensar que esto no funcionaría en las escuelas y colegios de nuestro país?

Referencias bibliográficas
Arratia, M. (2016). “Prácticas de gestión educativa intracultural detrás del modelo oficial y aparente”, en Mónica Navarro (editora). Entre la Práctica y la Teoría. Aportes para la construcción de una gestión educativa intra intercultural en Bolivia. Cochabamba: FUNPROEIB Andes – PROEIB Andes – SAIH – UMSS, pp. 16-38.
Ministerio de Educación. (2010). Ley de la Educación 070 “Avelino Siñani Elizardo Pérez”. La Paz.




[1] La ley 070, en su artículo 90, indica: “(Participación Social Comunitaria). Es la instancia de participación de los actores sociales, actores comunitarios, madres y padres de familia con representación y legitimidad, vinculados al ámbito educativo. La participación social comunitaria comprende la estructura, mecanismos, composición y atribuciones dirigida al apoyo en el desarrollo de la educación, sujeta a reglamentación” (Ministerio de Educación, 2010).