Un acercamiento a las características de una gestión
educativa según el MESCP:
hacia un modelo de gestión basado en un Consejo
Directivo
Por
José Luis Bautista Vallejos
Un refrán
popular reza “En mar revuelto, ganancia de pescadores”. La ley 070 lleva apenas
seis años de haberse promulgado, por lo que el mar está encrespado aún. Así,
este trabajo propone un modelo de gestión basado en un Consejo Directivo, el
cual rompe la estructura “monodirectiva”
de la gestión educativa boliviana. Aunque es cierto que Bolivia no tiene mar,
esto no evita que aparezcan pescadores que busquen proveer alternativas de solución
para la problemática educativa, la cual es determinante para transformar nuestro
país.
En varios
colegios se da una mala comunicación entre distintos actores educativos a causa
de que no hay una buena relación al interior de esas instituciones educacionales.
El clima adverso tiene su origen –entre otras causales- en dos factores: la administración dictatorial
de un director y la formación de “roscas”. Primero, la relación
vertical supone que el único responsable de toda acción educativa es el
director[1],
quien sólo se ocupa de hacer cumplir disposiciones superiores. Hay dos formas
básicas de hacer llegar los instructivos emanados por las Direcciones
Distritales a los profesores: siguiendo el protocolo estandarizado de diálogo,
o imponiendo y amenazando con sanciones a los que incumplan la normativa.
Penosamente, es la segunda manera la que impera en nuestras unidades
educativas; queda claro que si “las decisiones no son coordinadas con los
profesores, menos lo serán con los padres de familia o con las autoridades de
la comunidad, ni con los estudiantes” (Mamani, 2016, p.79). Segundo, si el
director de una escuela conforma una “rosca” –nombre boliviano para camarilla-,
esto provoca que los demás maestros se sientan relegados y, de hecho, queden
marginados en la toma de decisiones dentro de la institución donde trabajan. El
perfil descrito anteriormente dista mucho del que correspondería a un líder en
nuestras escuelas:
Un
director que lidere la gestión educativa es lo que debería ser el perfil a
calificar al momento de institucionalizar los cargos de directores de unidades
educativas. Sin embargo, este parámetro (...) no es tomado en cuenta por sobre
ello están la meritocracia y los años de servicio (Mamani, 2016, p. 90).
Frente a esto, se propone un modelo que
anule la opción de delegar toda la responsabilidad a una sola persona: una
gestión educativa basada en un Consejo Directivo. Se plantea que sean tres los
directores que por espacio de tres años administren una escuela. Los cargos
serían: Director General, Director Académico y Director
Administrativo-Financiero. Para fines administrativos y la firma de documentos,
es necesaria la presencia de una cabeza visible, por lo que cada profesor-director
ocuparía el cargo de director general una vez, para cumplir la rotación de
cargos de los pueblos indígenas; asimismo, se recupera el trabajo comunitario,
de modo que se evita que el poder quede en una sola persona por mucho tiempo.
Cabe elucidar que este formato de gestión, en rigor, sólo adecua aquello que se
da en unidades educativas particulares, en normales y en universidades, donde
la gestión está descentralizada. Sin embargo, la novedad estriba en la rotación
de cargos y en que sean tres directores quienes postulen a asumir la dirección
de una escuela en las compulsas magisteriales.
Se sugiere, entonces, que los tres
cargos directivos cuenten con ítems y con emolumentos acordes a la
responsabilidad. Además, para descentralizar aún más la gestión educativa, los
profesores que conforman las distintas comisiones –pedagógica, social,
escuela/comunidad, disciplinaria, entre otras- deberían estar bajo la
coordinación de un profesor que, con la finalidad de no hacer un atrabajo ad honorem, cuente con un incentivo
económico. En las compulsas, por ejemplo, se podría reemplazar las “horas de cúmulo”
–complemento de carga horaria para docentes- por horas de comisión. Es decir,
en lugar de trabajar en aula, en esas horas se trabaje en una comisión
determinada. Del mismo modo, en las escuelas situadas en las periferias (área
urbana) o en poblados alejados (área rural) se sugiere que el cargo de
“director encargado” sea reconocido con una bonificación o, al menos, con una
certificación válida para el escalafón del magisterio.
En conclusión, la propuesta de un
Consejo Directivo que reemplace a la modalidad de un solo director por unidad
educativa recupera el sistema de rotación de cargos y el trabajo comunitario de
nuestros pueblos indígenas. Además, este formato de gestión sistematiza una
práctica que ya se da en instituciones descentralizadas en el país –universidades,
colegios particulares, normales, entre otras-. El asunto salarial es, sin embargo,
una de las limitantes, pues para que este sistema funcione es necesaria una reformulación
de la carga horaria de docentes y directores. Como esto último depende del Ministerio
de Finanzas, queda claro que el planteamiento tiene óbice en una serie de
negociaciones que permitan tales desembolsos. Con todo, esta propuesta puede
ser llevada a cabo por unidades educativas de convenio o particulares, incluso
por aquellas que bajo el modelo de “escuelas
experimentales” tengan la autorización del Estado para implementar un sistema
directivo que, a la larga, podría replicarse en cada unidad educativa del país.
Referencias
bibliográficas
Mamani, M. (2016). El rol del director y los
diferentes actores de la comunidad educativa Playa Ancha en la elaboración del
POA (Plan Operativo Anual)”. En Mónica Navarro (editora). Entre la Práctica y la Teoría. Aportes para la construcción de una
gestión educativa intra intercultural en Bolivia. Cochabamba: FUNPROEIB
Andes – PROEIB Andes – SAIH – UMSS, pp. 75-96.
Bolívar, M. (2016).
Gestión educativa con rostro humano y corazón divino: Aprendiendo de la
experiencia del colegio Carachipampa. En
Mónica Navarro (editora). Entre la
Práctica y la Teoría. Aportes para la construcción de una gestión educativa
intra intercultural en Bolivia. Cochabamba: FUNPROEIB Andes – PROEIB Andes
– SAIH – UMSS, pp.133-157.
[1] Sin embargo, hay
experiencias en el país donde esto es diferente. Por ejemplo, en la Unidad Educativa Carachipampa
Cristian School (UECCS), situada en
Cochabamba, el “director siempre se muestra como ‘parte de’ y no sólo como aquella persona que manda y
gobierna sin tomar en cuenta el sentir de los otros miembros de una gestión. Es
cierto que cada institución educativa cuenta con una autoridad que debe
representar y deberá ser aquel que tenga cierto poder sobre el resto de los
miembros de una institución, pero también está muy claro que la labor de
gestionar no sólo debe recaer en una sola persona. En la UECCS el director no
solo es aquella persona que está a cargo y representa a la UE, sino también es
considerado como el líder de un equipo del que es parte tanto como el resto de
sus miembros. Desarrolla, al mismo tiempo, un liderazgo, ya que no solo nos
invita a participar, sino que nos enseña con el ejemplo (Bolívar, 2016, p.147).
Ahí se ve las cualidades de un director
líder que permite que la comunidad participe: “se entiende a la Gestión como un
proyecto social que invita a más de uno a ser parte de ella, pero el reto se
centra en lograr que los que son parte logren convivir de manera democrática
en un marco donde todos tienen tanto obligaciones, responsabilidades como
también derechos, los cuales no son olvidados de ninguna manera. Todos somos
igual de importantes porque somos pieza importante de la gestión en el proceso
de formación de los estudiantes (Bolívar, 2016, p.147).
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